Nuestra proverbial tradición coral se vio bastante afectada por la pandemia, por ésta y otras razones, cada vez es más difícil encontrar voces frescas y atractivas para nuestras agrupaciones corales. La Federación de Coros sigue proponiendo, a modo de acicate, conciertos que animen al movimiento coral. El que nos ocupa cerraba el ciclo del Ayuntamiento (es al único que he podido asistir, por fuerza mayor). Y ha sido el himno del Te Deum –muy tratado por los compositores a lo largo de la historia–, el protagonista. Con dos autores que exaltan su grandeza: Eslava (siempre en la programación de la Federación), y Bruckner, nada menos. Los conjuntos, dirigidos por Jesús Echeverría, defendieron ambas obras con dignidad, pero me pareció más cuajado el de Bruckner. Eso sí, evidenciando que el coro adolece (como casi todos los coros) de más voces graves para solventar algunos pasajes francamente cavernosos. En general los extremos –matices en fuerte y piano–, funcionaron mejor que los estados intermedios. En Eslava el Sanctus fue potente y luminoso, triunfante. En Tu devicto el entusiasmo lleva al coro a correr un poco, pero Echeverría –siempre tan eficaz– lo cuadra enseguida. Bien el tramo a capella Te ergo, y algo desangelado el final, quizás por la propia escritura de Eslava, no tan brillante como en otras obras.

Concierto Sacro del Ayuntamiento de Pamplona

Intérpretes: Coro Sinfónico de la Federación de Coros de Navarra. Orquesta Joven de Pamplona. Carolina Luquin, soprano. Leticia Vergara, mezzosoprano. Josu Cabrero, tenor. Hodei Yáñez, bajo. Jesús Echeverría, dirección. Programa: Sinfonía 44 Fúnebre de Haydn. Te Deum de Hilarión Eslava. Te Deum de Anton Bruckner. Lugar: Baluarte. Fecha: 16 de abril de 2024. Incidencias: Casi lleno el patio de butacas (15 euros).

El arranque de Bruckner fue grandioso, espectacular, catedralicio, o sea bruckneriano, tanto en el coro como en la orquesta. Bellos matices en piano, contrastando con el fuerte, en el Sanctus. Y en la misma dinámica, Te per orbem (FF), Patrem immensae maiesgtatis (PP), Tu Rex gloriae (FF), etc. En el Salvum fac hay que destacar la excelente intervención del concertino y la aportación del metal grave. Muy hermoso, también, el pianísimo recogido del coro en usque in aeternum. Más complicados resultan esos tramos de transición entre los extremos: compases austeros, desarmados de orquesta, que parecen más desangelados y son muy comprometidos para el cuarteto solista. El imponente final, tan rotundo como el principio, aunque eché un poco en falta el agudo fortísimo de In aeternum sobresaliendo de las sopranos. Pero la atmósfera de recogimiento y grandeza de la obra, salió hasta el patio de butacas. La parte solista tiene dificultad y no siempre es –de entrada– lucida. El cuarteto, también, salvó su compromiso. Carolina Luquin tiene agudo y volumen, su color vocal es muy blanco, para estas obras quizás debiera redondear un poco más, pero, bueno, lo hará. Leticia Vergara, es la menos favorecida por la partitura, pero siempre está bien. Josu Cabrero, tenor, tiene facultades, sube al agudo –repentino y dificultoso en Bruckner–, salió airoso. Hodei Yáñez, bajo, tiene suficiente empaque, creo que no debe forzar la voz tanto, para cuidar que no vibre demasiado, siendo tan joven.

La orquesta muy bien en su cometido con la parte coral; en el comienzo de Bruckner lució una cuerda especialmente poderosa, y la Sinfonía 44 de Haydn, que completaba el programa también la dominó. Jesús Echeverría la aborda con tempo apropiado para mantener el brío de los movimientos más rápidos y no caer en la excesiva melancolía en los lentos. El comienzo fluye con energía. A destacar la trompa, muy activa en el segundo movimiento. El comienzo del tercero es delicadísimo: los violines primeros flotando en el matiz piano creando esa atmósfera de serenidad deseada. En el cuarto, Echeverría no cede en el tempo y así se mantiene el carácter decidido, animoso, impetuoso y entusiasta del presto, aun sacrificando algunas –mínimas– filigranas rapidísimas. La sinfonía resultó luminosa, muy agradable. Es mucho menos fúnebre que su título. Gustó el concierto al público, y muchos descubrieron a Bruckner.