Es demoledor el dato que ayer mostraba este periódico en el artículo de Jesús Morales: solo el 4% de la población navarra vive en poblaciones de menos de 500 habitantes, una cifra que alcanzaba el 25% en 1900.

Lógicamente, 125 años dan para mucho y es entendible y obvio que los cambios económicos y sociales provocaron sucesivas oleadas de emigración de los pueblos pequeños a los grandes conforme también los modos de ganarse la vida –ganadería y agricultura– ya no daban tanto de sí. Sin embargo, el goteo hoy en día sigue siendo constante, con Pamplona y Comarca ganando año a año terreno, al igual que varias localidades de más de 10.000 habitantes, mientras que las poblaciones menores de 500 habitantes siguen perdiendo cifras tanto por traslado laboral como por el crecimiento vegetativo negativo, con poblaciones cada vez más mayores y con cada año menos niños, salvo alguna excepción o pueblos cercanos a Pamplona.

El otro día, sin ir muy lejos, se anunciaba el cierre de la escuela de Burguete. El caso es que el Departamento de Cohesión Territorial está impulsando herramientas web y en redes para tratar de que sirvan para revertir o frenar estos procesos, pero a fin de cuentas creo que casi todos sabemos que para que los pueblos sigan vivos el bastión fundamental es empleo cercano, amén de una cierta comodidad para acceder a los servicios públicos básicos que en la capital y comarca están asegurados y más o menos también en los principales núcleos de población de la comunidad. Por supuesto, cualquier iniciativa que busque conocer los problemas, identificarlos y buscar soluciones para tratar de resolverlos es bienvenida, pero luego lo que hacen falta son medios para atraer empresas y trabajo y medios para que vivir a 45 minutos de una ciudad no sea una locura de ir y venir constantemente a por casi cualquier necesidad, incluyendo el puesto de trabajo.