Seguimos por tierras tarifeñas. Estamos en La Palmosilla con Javier Núñez cuando suena el teléfono. Su primo Álvaro nos está esperando en su finca, y debemos prorrogar la visita hasta la tarde como les comentaba el pasado domingo. Hace algo más de un año, desayunando en la venta Apolo XI me encontré con él, y me contó que estaba de vuelta por las tierras de sus ancestros, pero que seguía manteniendo en Portugal, en un increíble paraje, su base de operaciones. Allí, con una placita de tientas a su gusto, instalaciones preparadas para la modernidad exigida a este único animal, al que desde Bruselas nos obligan a tratar como producto, se instaló tras su salida de la pedanía de Los Naveros donde pasó la mayor parte de su vida llevando a sus espaldas la ganadería junto a su padre Joaquín Núñez Del Cuvillo.
Nada más verme, entonces, ya sabía que iba a ver lo de Javier, me contó que había vuelto a tierras de sus mayores con los toros de saca. Al final, vivir alejado en Portugal puede ser único, pero vivir aislado de donde se mueve gran parte del cotarro taurino no suele ser beneficioso para los intereses de quienes quieren lidiar. Así se lo hacían saber, y así lo tenían convencido muchos de sus buenos allegados. Tras aquella charla breve, quién nos iba a decir a ambos en las circunstancias en que nos volvíamos a encontrar. O más bien, el motivo que nos hacía llegar hasta su casa en Las Iruelas, una más de las grandes y bellas extensiones de estas tierras del sur peninsular.
Hablando tiempo atrás con gente del campo, ya me habían contado que tenía una buena camada, y que había un lote para una feria tan intensa como la nuestra. Y cuando los veedores fueron a verla se confirmó al instante como aquello que podría cuadrar a la perfección para la Feria del Toro. Y es que, está bien que haya una exigencia en el tipo del animal que se requiere para llegarse hasta las calles pamplonesas, pero también hay que pensar en el personal que gusta de ver las figuras en su plaza. ¿O ahora me van a decir que nadie quiere ver a Morante, a Roca Rey, a Ortega? Pues aquí tienen un esfuerzo para ellos, ganado de casa Núñez que Álvaro lleva afinando desde que salió de la finca El Grullo.
Yendo con su primo, entramos en la nueva finca como si fuésemos de casa. Y nos distribuimos en dos coches tras las presentaciones y saludos. Y ya en el coche empezamos la charla. Enseguida me cuenta que van a sacar todo un lote de doce, que de ahí van a salir los que aquí llegarán. Y encima, más toros de cuatro años que de cinco, lo cual aún me sorprende más. "Pensaba que era de lotes que te habrían desechado por grandes", comento. "Que va, que va, tú sabes que yo preparo mejor toros para plazas de primera, y tengo más problemas en las de segunda y las pequeñas plazas." Y le recuerdo algún percance de la pasada temporada precisamente por ello.
Los toros vienen hacia nosotros, y me pide mi opinión sin pelos en la lengua. Ya me conoce. Y de esos ninguno en la sin hueso. De hecho, veo dos enseguida que me parecen no emparejar con los otros diez. Son cuatreños, y no serán de la partida. El resto, cuatro cinqueños y seis de cuatro son toda una sorpresa. No por la variedad cromática tan típica en este encaste, sino porque están muy bien hechos. Ayer estuvo Paco Aguado con Tendido Cero, y hablando con él por la mañana ya me había comentado su buen parecer. Y eso que ahora es cuando más caña les estoy dando, dice, porque antes de la primavera, en fechas que aquí se asemejan a nuestro junio en cuanto al tiempo, en lo que en el campo se llama la siguiente yerba, varear a los animales hace que se musculen y cojan fondo y caja, que luego tiempo tienen de estar menos activos.
Y entre estas charlas, paramos y bajamos de ambos coches. Yo sigo cámara en mano viendo de muy cerca toro a toro, buscando peros. Es febrero, día 19 aún, y estoy sorprendido por las caras hacia arriba, los remates y las hechuras, en un tipo de ganado que conozco bastante bien, y que, por norma, siempre eran más cortos y poco rematados por detrás, ligeros de carnes, por lo que sufren en las principales plazas ante exigentes aficionados. Pero hoy no. Este año va a ser una sorpresa. Y eso viene a mentarme su primo Javier, que está más que feliz y encantado de poder ser otra vez su vecino, y más aún de que ambos estén entre los ocho elegidos.
Actúa como el experimentado, y es que Álvaro está muy nervioso. Es su debut en una plaza de tan gran calado. Es su debut en ir al Gas, el encierrillo, el encierro por la mañana y todo lo que a ello sigue. Lo ha vivido muchas veces desde 1995. Pero era el ganado de la familia. El de su padre. Ahora, y tiene razón, esto es todo suyo. Acierte o falle, sale de él al cien por cien. Y poco, o nada, se puede hacer por tranquilizarle. Ni siquiera cuando comemos todos juntos en gran armonía en el Apolo. Porque entre chanzas y chascarrillos ante excelentes platos, ver a los dos Núñez juntos, nuevas generaciones con ilusiones similares, y cada uno a su manera, apoyándose, respetando el trabajo del otro sin intromisión alguna, me hace pensar que hay muchas ganaderías en manos de estos ganaderos de rancio abolengo, muchos ‘núñez’ en el campo, pero esta pareja va a llegar a sorprender en los próximos años, y convencer hasta los más recalcitrantes.
Nos despedimos de Álvaro, que aún tiene que coger el coche y viajar hasta su casa portuguesa, y quiere llegar para ver al Madrid, que su Betis, entonces, está un poco alicaído, dice. Y nos citamos, a poder ser en mayo. Nosotros seguimos hacia La China, como les conté, y ya oscurecía con ganas cuando llegábamos a nuestra base jerezana. Inolvidable día.